En un mundo cada vez más globalizado, la traducción desempeña un papel crucial. Está en todas partes: libros, recetas, películas, folletos, instrucciones desde cómo armar un mueble, hasta cómo usar la máquina que emplea tu dentista para dejarte una linda sonrisa. Pero ¿qué pasa con la llegada de la Inteligencia Artificial?
Y no es que sea algo novedoso, el término «inteligencia artificial» se usa desde al menos los años 50. Desde entonces, sin lugar a dudas, la IA ha avanzado a pasos agigantados a tal punto de que hoy en día se está «apoderando» de varios cargos humanos (tema bastante polémico en especial con el notición de Domestika). ¿Y por qué «apoderando» entre comillas? Pues, porque, como ya sabrán, dicha inteligencia no posee voluntad propia, ni deseos, ni objetivos personales, por ende, el uso que se le dé está completamente en manos del humano y de su propia ética.
Ahora, ¿en qué nos concierne a nosotros, los traductores? Pues la IA ha revolucionado la forma en que traducimos. Hoy en día, además de las ya tan conocidas herramientas CAT, podemos percibir un notable avance en las herramientas de traducción automática, ya que son mucho más precisas y rápidas que nunca. Pero… ¿será esto el fin para nosotros?
No. Así de simple. La inteligencia artificial está lejos de poder imitar o igualar la sensibilidad humana, la capacidad de procesar e interpretar mensajes implícitos en una mirada, un gesto, una frase que aparentemente dice una cosa, pero en el fondo el mensaje es otro; está lejos de comprender cómo el contexto cultural podría afectar un mensaje (o viceversa) y está muy lejos, en pocas palabras, de entregar un producto con toque humano dirigido a un público humano.
¿Pero entonces qué? ¿Somos enemigos? No, tampoco. Así como nos adaptamos a las herramientas CAT para facilitar el trabajo y a tantas otras tecnologías que solo apuntan a optimizar nuestro tiempo, podemos utilizar la IA del mismo modo: como una colaboración y a nuestro favor.
Puede ser un apoyo en tareas tediosas como la revisión de los aspectos técnicos de una propia traducción cuando no hay a quién más acudir y nuestro ojo ya está demasiado cansado de leer una y otra vez el mismo texto sin lograr encontrar errores. Puede ayudarnos a resolver dudas rápidas ya que podemos hacerle preguntas más detalladas y hasta existenciales, si lo prefieren.
Incluso se ha evidenciado una creciente demanda por revisores y editores humanos para traducciones creadas por la IA, pues claramente su versión final necesita ser retocada por un humano. Al comienzo, personalmente, rechazaba dichas labores porque sentía que debía declararle la guerra a la inteligencia artificial, pero ya, ante tal incremento en su uso, solo nos queda unirnos al «enemigo» y trabajar en colaboración. Por supuesto, siendo lo suficientemente sabios como para distinguir a un buen cliente de uno no tan bueno que entienda que editar un texto creado por una máquina no es tarea fácil.
En un futuro en donde la presencia de la IA es una certeza, la traducción seguirá siendo una herramienta invaluable. Sin embargo, la combinación de la IA y las habilidades humanas es una propuesta que podría ofrecer lo mejor de dos mundos. Así que, colegas, prepárense para este interesante viaje de colaboración con la inteligencia artificial. 🌐🤖💬
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